Gracias Atleti

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«Cuando vos lo das todo…» Esa es la frase que ayer, en la rueda de prensa postpartido, Diego Pablo Simeone pronunció. Dejo esa sensación de puntos suspensivos que cada uno hemos completado a nuestra manera, pero en la que ninguno hemos añadido las palabras ‘tristeza’ o ‘decepción’. No, no y no.

Pero sí es cierto que hubo lágrimas. El Cholo pidió que no las hubiera, pero las hubo. Porque cuando sientes algo como tuyo, el sentimiento aflora. Aquí, el que firma, se recorrió media península para llegar a Lisboa en un viaje de ocho horas en autobús. Sin entrada. Sólo con la camiseta rojiblanca y una bufanda atada a la mano. Lo que allí viví no se puede explicar con palabras, hay que vivirlo. Todos eramos hermanos, todos cantábamos y en todos residía una felicidad que jamás había percibido.

Y sí, las lágrimas brotaron. Y salieron tras el gol de Godín. El que nos hacía campeones. No me abracé con nadie. Miré al cielo de la capital portuguesa y le dije a mi abuelo que esta sí, que esta no se podía escapar. No estaba por allí el alemán impronunciable. Esta tenía que ser. Pero empató Sergio Ramos cuando se descontaba por segundos lo que quedaba para reinar en Europa. No hubo lágrimas. La creencia en este equipo es tan inmensa que la prórroga se vivió con esperanza. El gol de Gareth Bale y el fallo en las piernas de los nuestros hizo el resto. Ahí volvieron a salir, pero no de rabia, sino de orgullo.

Orgullo por unos jugadores que se dejaron el alma en el tapete hasta que no pudieron más. Que jugaron lesionados y exhaustos ante una maquinaria física como es el Real Madrid. Lucharon como titanes en carne viva por dejar el escudo del Atleti en el lugar que se merece. No podrá haber un pero hacia ninguno de los 14 que jugaron y los que permanecieron en el banquillo.

Orgullo, además, por el saber perder de una afición que es más que ejemplar. De pie, cantando y aplaudiendo a los suyos. No estaban ahí por casualidad, y no se iban a tirar del barco por un mal momento. Los hay que lo han hecho, pero esos son de vestir Vans o tomar un café en Starbucks, sólo van a la moda.

Diferente es si nos vamos a la otra orilla. Muy importante es saber ganar pero también lo es saber perder. La decepción que me entró viendo a Cristiano Ronaldo -desaparecido en toda la final- celebrar el penalti que valía el 4-1 en el minuto 119 ante un equipo muerto que se dejó la vida sobre el césped, no es más que una representación más de por qué el antimadridismo se expande como el polen en primavera. Varane no ayudó tampoco. Ayer España se acostó un poco más atlética y un poco menos madridista. Y, ¿saben? Eso a ellos les gusta. Así son las cosas. Lo llaman envidia, dicen. El ego ante el sentimiento de pertenencia a un equipo. Hubiera dado la vida por traerme esa orejona, pero no así. No lo cambio por lo que tengo.

Por lo que solo queda dar las gracias a este equipo. No por lo conseguido o por lo perdido, sino por cómo se ha hecho. Gracias por el despliegue y por hacernos soñar. Por devolvernos a la grandeza de antaño y por permitirnos vivir días como el del 24 de mayo.

Perdimos, pero también ganamos. Jamás se me olvidará una imagen que pude ver en Marquês de Pombal. Una familia entera, abuelos, madre, padre, y un niño que no pasaría los seis meses de edad. Todos vestidos con la rojiblanca mientras se comían un bocadillo. La ilusión en los ojos de los jóvenes, el volver a sentirse importante de los mayores y el futuro que está por venir. Ese título es único y en propiedad. Unos hoy celebran, pero mañana volverán a su indiferencia hacia el fútbol. Otros rozamos el infierno en Segunda y acariciamos el cielo en Lisboa. Seguiremos más que nunca.

PD: Mi más sincera enhorabuena a esos madridistas de verdad. A los fieles. Esa generación de futbolistas merecía una Champions. Disfrutadla cabrones, y que nos crucemos el próximo año. Esto no va a quedar así.

PD2: El árbitro pitó el final y no tardé en leer: «El Pupas ha vuelto». Pues bien, el Pupas no ha vuelto, porque el Pupas no ha existido. Un equipo que acaba de ser campeón de Liga contra los dos mastodontes del fútbol mundial y que ha sido campeón de la Copa de Europa hasta el minuto 93 no puede ser el Pupas. Sólo pueden ser héroes. Y como tales hay que tratarles. No tendrán tantos músculos como Cristiano Ronaldo, pero a cojones y sentimiento, el portugués no tiene nada que hacer.

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