Aún no se ha ido y algunos ya se han despedido. Aún nadie ha oficializado su marcha y algunos ya echan espuma por la boca. Aún el ser humano no es capaz de predecir el futuro de forma óptima, pero algunos cada verano se empeñan en intentarlo con descaro y sin vergüenza.
Que Diego Costa tiene un pie y medio fuera del Atlético de Madrid, es algo que está tan claro como que el sol se refleja en los cristales, que el agua moja o que el Atleti es vida. Pero ni aún ha salido el sol ni ha empezado a llover. Los aficionados rojiblancos, durante los últimos años, se han acostumbrado a poner la tirita antes de la herida. Y no hacen mal. El dúo prescrito que maneja a su antojo las cuentas y la fidelidad de los aficionados no les dan otra oportunidad. Están ante una disertación difícil de asumir. Triunfar para que te quiten el gozo cuando aún no lo has podido disfrutar, o morirte del asco con los tuyos. Yo siempre me quedaré con lo primero, porque como digo, los futbolistas vienen y van, pero el escudo permanece. Y eso es lo importante.
Eso es una cosa. Otra es lo que los jugadores quieran hacer con ese sentimiento. Querer crecer, hace años, era una excusa recurrente para los que abandonaban el barco atlético. Querían títulos, necesitaban ganar. Ansiaban seguir creciendo. Pero de dos años a esta parte eso empieza a desmontarse. Están a las órdenes del mejor entrenador del mundo (opinión) y en el equipo campeón de la Liga en España y subcampeón de la Champions League. Están abordo del barco ganador, ahora sí. Pero parece que se quieren seguir yendo. Luego se acabaron las excusas: el dinero es lo que mueve este negocio. Y es totalmente lícito.
Ahora bien. ¿Es criticable? Desde el punto de vista del sentimiento, puede. Desde el punto de vista del trabajo: no. Si Gabi o Koke deciden irse del Atlético de Madrid, sería más que criticable. Han luchado durante su carrera (corta o larga) por llegar donde están ahora. Abandonar tras conseguir hacer realidad tu sueño sería decir muy poco de ti. Pero,¿el resto? El Atlético de Madrid está por encima de ellos. Por supuesto. Pero…
Pero no se puede ni se debe criticar a un jugador que se ha dejado la vida cuando ha vestido la camiseta del Atlético y ha tratado a su afición con respeto y admiración. Díganme:
¿Cómo criticar a Diego Costa después de haberse podido dejar la pierna en un poste en Getafe por tratar de hacer campeón de Liga al Atlético de Madrid?
¿Cómo criticar a Diego Costa tras luchar por jugar una final, pudiendo perderse un Mundial después de todo lo que ha sufrido para ello?
¿Cómo criticar a Diego Costa si ha silenciado San Siro, Stamford Bridge, el Santiago Bernabéu, San Mamés o el Sánchez Pizjuán?
¿Cómo criticar a Diego Costa si se ha partido la cara contra todos los que han intentado ningunear el escudo del Atlético de Madrid?
¿Cómo criticar a Diego Costa si celebramos su gol en la final de Copa del Rey en la casa del enemigo?
¿Cómo criticar al jugador que ha tenido el mejor debut goleador en la historia de la Liga de Campeones?
¿Cómo podemos criticar a un jugador del que tenemos planchado su dorsal en la espalda de nuestra camiseta?
Pero si estas razones no sirven, ¿cómo podemos criticar a alguien del que, en el futuro, hablaremos a nuestros hijos o nietos de un tal Diego Costa, que marcó 36 goles en la mejor temporada de nuestra historia. Al César, lo que es del César.