Mandzukic se quita la máscara

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En el fútbol cabe todo. Poesía y prosa, belleza y ostracismo, luz y oscuridad, vencedores y vencidos. Existen los futbolistas programados y nacidos para hacer disfrutar con un balón en los pies. Los que levantan a la afición de su asiento con un regate, un quiebro, o una asistencia inverosímil e imposible. Pero también tienen cabida otros. Los guerreros. Los luchadores. Con los que el aficionado que siente, más conecta. Los que se dejan el alma como lo harían los que se sientan a su alrededor. Los imprescindibles.

Así es Mario Mandzukic. El croata no es un futbolista que rebose técnica y calidad a raudales. Incluso por momentos parezca que su fútbol se basa en el salto y el golpeo de cabeza. Pero es mucho más que eso. El gesto de quitarse la máscara tras recibir un codazo de un futbolista de la Juventus, fue mucho más que una acción -peligrosa- de cara a la galería. Una declaración de intenciones a toda regla. Aquí estoy, a pecho descubierto.

Desde la grada escuchaba a varios aficionados pedirle que tirase desmarques al espacio, en velocidad. Que se asociase para salir en carrera. Esos que aún no han asimilado que Diego Costa ya no está, y que Mario no es, ni se parece, ni será, el hispanobrasileño. Al menos futbolísticamente. Porque en cuanto a garra, entrega y brega, son dos gotas de agua.

Mario Mandzukic es un hombre Simeone con gen Atlético de Madrid

El partido que disputó ante los italianos en Champions League fue para sacarle a hombros. El Atlético llego poco, le usó poco, y le permitió nada de peligro. No le ayudó a poder rematar a un Buffon que vivió gran parte del partido tranquilo. Pero él no se quedó quieto esperando a que llegase su oportunidad. Se zafó, se «pegó» con sus rivales, presionó -solo o acompañado- cada balón que pasaba por su zona -y alguno que no pasaba- y se marchó del partido exhausto, sin máscara, con el tabique de la nariz aún recuperándose, y con la camiseta empapada en sudor. Por supuesto, también aplaudido.

El Atleti acabará cogiendo el ritmo del juego y precisará de forma correcta cada una de las nuevas piezas que tiene en este puzzle. Entonces, Mandzukic empezará a afinar su puntería. Mientras tanto, en vez de ver pasar la vida hasta que la felicidad individual llegue, Mario se parte la cara -literalmente- por sus compañeros y su afición. No es ser tribunero, es ser así. Ya lo dijo Pep Guardiola: «si tuviera que ir a la guerra, al primero que daría un fusil sería a Mandzukic».

Mario Mandzukic se quita la máscara, y se muestra tal y como es. Un jugador nacido para ser entrenado por Simeone, y para jugar en el Club Atlético de Madrid.

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