Dieciséis años tarde, asesinos fuera del Calderón

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Me llevo las manos a la cabeza del asombro y la pena. Quizás mezcla de indignación y sopor. Que las noticias tienen mil repercusiones y generan distintos debates es algo que aprendes desde bien pequeño. Incluso viene bien para enriquecerte y aprender a escuchar al prójimo por si tiene una idea que lleva mejor camino que la propia. Pero os aseguro que hay situaciones que van más allá y me generan un odio que es muy difícil de quitar. Una mochila que llevo al escuchar o leer algunas sandeces que serían impropias hasta para los propios chimpancés si algún día fuesen capaces de hablar.

Para esclarecer un poco los hechos de los que voy a hablar, lo mejor es leer unos tuits previos. Así las cosas irán más directas:

El Frente Atlético pudo ser otra cosa hace años. Pudo estar capitalizado por el fascismo y por gente indeseable. El Frente Atlético, aunque algunos quieran venderlo, es otra cosa. Son chavales que van al Vicente Calderón a animar. Padres que se dejan la voz junto a sus hijos. Hermanos que pintan tifos que lucir en determinados partidos y de los que todo el mundo presume. El Frente Atlético es más que una panda de hijos de puta desalmados que no aman al Atlético de Madrid. 4000 personas que sienten los colores lo mismo que los otros 5000 del Estadio. Que por culpa de 100 sinvergüenzas se criminalice un nombre, una entidad y un grupo es aberrante. Habla muy mal de la sociedad española, consumidora acérrima del mensaje barato y la carnaza fácil. Practicante de la generalización errónea y equivocada. Corta de entendederas y vacía intelectual. El Frente Atlético debería estar por encima de la escoria. Ahora bien…

Una cosa no quita la otra. El silencio de los que sabían lo que allí, en cierto sector, se cocía, no han ayudado. Los que decidieron no irse tras el asesinato de Aitor Zabaleta, y los que les dejaron permanecer, no han ayudado. Los que no silenciaban cánticos racistas, xenófobos o chistes sobre fallecidos, no han ayudado. Todos esos actos, unidos al silencio grupal, han mancillado demasiado el nombre del Frente Atlético. Pero lo que es más importante. El nombre del Atlético de Madrid.

Puede irritar que se quiera abolir el Frente Atlético, pero si nos paramos a leer o escuchar a los cortos de entendederas de nivel medio que tiene este país (arriba hay tuits), se entenderá por qué, aunque tarde, el Atlético quiera desligarse de todo lo relacionado con la nomenclatura Frente Atlético. Bajo ese nombre se han asesinado a dos personas (y me da igual que me digan que el asesino era o no del Frente Atlético, era o no del Atleti. Allí estaban ellos). Bajo ese nombre se ha visto simbología fascista en un estadio de fútbol. Bajo ese nombre ha habido palizas. Bajo ese nombre se ha cantado a muertos con tendencia burlona. Bajo ese nombre se ha parado un entrenamiento de la primera plantilla y se ha amenazado a cuerpo técnico y jugadores. Bajo ese nombre, y aunque no hayan sido todos, se ha hecho mucho mal. Y el negocio está en limpiar la imagen dañada del Atlético de Madrid. Un club de fútbol que se ha visto salpicado por escándalos que han llevado el nombre del Frente Atlético como protagonista. Si se enjuicia, se sobredimensiona, se manipula y se menosprecia al club y la plantilla tildándoles de violentos (pregunten al padre de Aitor Zabaleta, echando más leña al fuego), ¿qué no se va a hacer con el nombre de un grupo que ha recibido a asesinos y gente desleal que ha utilizado el escudo del Atleti para sembrar el mal?

Pongamos fin al problema de raíz. No esperemos a una nueva tragedia para erradicarlos. Es el momento

Una cosa no quita la otra. El silencio de los que sabían lo que allí, en cierto sector, se cocía, no han ayudado. Los que decidieron no irse tras el asesinato de Aitor Zabaleta, y los que les dejaron permanecer, no han ayudado. Los que no silenciaban cánticos racistas, xenófobos o chistes sobre fallecidos, no han ayudado. Todos esos actos, unidos al silencio grupal, han mancillado demasiado el nombre del Frente Atlético. Un nombre que poco a poco fue limpiándose de indeseables y acogiendo a gente de bien que se dejaba la garganta por su equipo, y nada más. Pero lo que es más importante. Se ha mancillado el nombre del Atlético de Madrid, que por su culpa, estaba siendo la vergüenza del país. Desmarcaos de los asesinos y seguid animando bajo la nomenclatura que sea. Si lo que importa es el club. Si el Atleti está por encima de todo. También está por encima del Frente. QUÉ MÁS DA.

Este adiós no viene de ahora. Puede que haya sido la gota que ha colmado el vaso. Puede, simplemente, que Miguel Ángel Gil y Cerezo hayan visto las orejas al lobo cuando los amigos con micrófono que tanto les masajeaban les estaban dando estopa. No lo sé. Pero este adiós viene del silencio, de no haber hecho bien las cosas, de no haber señalado, de no haber sabido cuando parar a una banda sin escrúpulos que no quieren al escudo del Atlético de Madrid, ni se quieren a ellos. Esos que han pagado la frustración que tienen en su vida a golpes bajo el escudo, y nunca mejor dicho, de las rayas rojas y blancas. No podía ser más. Me apena por amistades que allí tengo (y tenemos) que el Frente Atlético deje de ser o llamarse así. Pero no echemos sal en la herida. Lo importante de esta historia era limpiar de asesinos nuestro Estadio. Y parece que, de una vez por todas, se quiere hacer. Aunque haya sido 16 años tarde.

Que no se quede aquí. Deportivo de la Coruña, y cada club que tenga un grupo así en sus Estadios, deben seguir el camino. Que no tenga que suceder una desgracia más para poner fin al problema. Atajemos. Que se maten entre ellos. Pero en su nombre. No en el del fútbol.

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