Cristiano no soporta a Messi. Leo no puede con Ronaldo. El portugués tiene envidia de cómo tratan al argentino en Barcelona. El 10 considera que él es el mejor del mundo, y no el 7. Llevamos años leyendo basura como ésta o peor (me cuesta hacer memoria de lo que por un oído me entra y por el otro me sale). Los medios de comunicación de este país, como si ellos fueran Skinner con su caja y el resto de consumidores ratones de laboratorio, nos han ido dando comida cuando la patita obedecía sus oraciones y falacias. «Cristiano y Messi no se puede ni ver». Se lo han incrustado, sobre todo, a aficionados de Real Madrid y Barcelona. Esos que suman a su odio al eterno rival, el odio a la figura resultante del mismo. Provocaciones, insultos y faltas de respeto son el pan de cada día cuando Messi o Ronaldo aparecen en pantalla. Pero la realidad es bien distinta. Y ellos siempre se han encargado de demostrarlo. Cristiano declaró, tras recibir el pasado año su segundo Balón de Oro lo siguiente: «Messi es un futbolista que admiro. Siempre he tenido una relación muy profesional con él. Es bueno competir con los mejores». Este, tras ganar su tercero, declaró que en 2015 esperaría igualar a Leo Messi. El argentino también ha tenido palabras hacia el portugués: «Siempre está ahí marcando goles en todos los partidos y siendo partícipe en su equipo y la selección. Lleva muchos años así y si está en su mejor nivel o un poquito más bajo, casi no hay diferencia». Dos frases en momentos concretos que no han servido a esos ratones obnubilados por los debates incandescentes y faltos de criterio y rigor periodístico y moral.
Ha habido más imágenes, más palabras, más detalles. Pero ese no es el caso. El punto en cuestión es tratar de quitar la careta a los millones de personas que aún la tienen puesta. La batalla entre Ronaldo y Messi nace y muere dentro de un campo de fútbol. Se retroalimentan, se motivan, se necesitan. CR no tendría el hambre que tiene si no fuera porque tiene a un bajito argentino contraprogramándole cada récord cada fin de semana. Messi no tendría cuatro Balones de Oro si no tuviese una lucha encarnizada por ver quién es el mejor cada miércoles en Europa y cada domingo en España. Son enemigos condenados a entenderse. Son futbolistas, pero sobre todo personas. Y el ejemplo claro es el tierno momento que vivieron los astros con el hijo del portugués. Para que se lo pongan en bucle los vendemierda.
Quizás lo único que les ha faltado en todos estos años haya sido dejar el ego a un lado a la hora de votar por el Balón de Oro. Ser sinceros y dedicarse votos mutuos. Son los dos mejores del mundo. Ambos lo saben. Porque si uno no existiese, no existiría el otro. Que las ratas de laboratorio sigan con su guerra cruzada, encarnizada y vergonzante. Vender una guerra es más fácil que vender el respeto. Enfrentar a la gente trae más beneficios que la paz. Yo, desde fuera, trataré de disfrutar de lo que hacen. Aunque con Simeone y el Atleti rondando, todo sea mucho más difícil.