En ocasiones, existen relaciones así. Es difícil de explicar, pero las hay. Amas a tu pareja, la deseas. Te ves con ella el resto de tu vida pero, de repente, sientes que lo mejor para los dos es que eso que os une termine. No te sabes explicar, pero vislumbras la necesidad de ello. Eso es ser valiente y decidido. Aunque no nos engañemos, que sea necesario no implica que no duela. Duele, y mucho. Más que si fuese por otras circunstancias.
Eso es lo que le ha pasado al amor entre Miranda y el Atlético de Madrid. El central podría quedarse, el Atleti seguir queriéndole, pero ambos saben que no sería lo mismo. La hora ha llegado, se han dado cuenta, y han decidido firmar un pacto de no agresión porque el amor que les une (y unirá) siempre será eterno.
Llegó al Atlético con una etiqueta que, a base de trabajo y constancia, supo arrancarse sin piedad. Su presentación, una mezcla de burlas y recuerdos de fichajes pasados (todo el mundo tenía en la cabeza el nombre de Fabiano Eller). Era el verano de 2011 y a nadie le llamó la atención que un brasileño que ya había fracasado en Europa llegase al Manzanares. Qué ilusos fuimos todos.
Cuatro años después, lo que es el fútbol, se marcha una leyenda. Para muchos, junto a Diego Godín, la mejor pareja de centrales que ha vestido la elástica colchonera. No es moco de pavo, ¿no creéis? Porque hablamos de un jugador que ha conseguido hacer felices a todos los aficionados atléticos, pero también nos referimos a una persona que jamás ha abierto la boca pidiendo un aumento, una venta o algún reclamo que pudiera, por rendimiento, pertenecerle. Se ha dedicado a entrenar y jugar. Y, aunque la última temporada no ha sido la más brillante de rojiblanco, el global es simplemente para despedirle entre lágrimas.
Un buen día contó que en el colegio se reían de su hijo pequeño porque el Atlético no era capaz nunca de ganar al Real Madrid. Él, padre coraje y central con sangre de horchata, le sirvió en bandeja de plata una venganza que se coció a fuego realmente lento durante 14 años. La camiseta rojiblanca, con el 23 a la espalda, debió doler mucho en el colegio de su hijo el 18 de mayo de 2013. Un día antes, João hacía historia en el Santiago Bernabéu. Peinaba un balón que entró en la portería madridista, y que activó un click en las emociones de todos los colchoneros. Ya estaba. Por fin. Con ese tanto la tortilla se dio, de una vez por todas, la vuelta. El que escribe estas líneas, por ejemplo, estuvo apunto de quedarse sin mano mientras Futre se desgañitaba en los micrófonos de TVE. Pidió perdón. Y a mi me salió un «que se jodan». Llevábamos mucho aguantando y el grito del portugués fue el grito de todos.
No se quedó ahí. Formó, junto a Godín, un muro inexpugnable. Por tierra, mar y aire. Nadie pasaba entre los dos. Todos los ataques quedaban reducidos a la nada. Y llegó la Liga más complicada de la historia. Ante dos gigantes temibles. Ese cabezazo al Elche, en un partido agónico donde el Atlético se jugaba mantener el liderato, bien pudo valer esa Liga. Porque esa calva vale su peso en oro. Como aquel gol en el, para muchos, mejor partido que se recuerda al Atlético de Madrid. Ese 1-4 al Chelsea campeón de Europa en la Supercopa. La exhibición aquella noche fue de Radamel, pero su gol estará en la caja de recuerdos inolvidables.
Llegó un central desconocido, con la etiqueta de Eller. Se marcha el capitán de la selección brasileña, con la etiqueta de héroe. Es bueno rendir. Lo es más hacerlo por encima de lo exigible. Pero lo es aún más saber cómo y cuándo irse. Miranda será siempre un ejemplo para su hijo. También para nosotros.
Fuiste parte de un once histórico que, durante décadas, repetiremos. Como aquel del doblete. Courtois, Juanfran, TÚ, Godín, Filipe Luis, Gabi, Tiago, Koke, Arda, Diego Costa y Falcao.
Gracias Miranda. Contigo, sí, contigo, terminó y empezó todo. Que te vaya bonito. Miranda Alé, Alé, Alé.