Te prometo que estas líneas me están costando más de lo que deberían. El dolor supera con creces a la imaginación y, ahora mismo, siento que un pedazo de todos se marcha. Supongo que, como persona sabrás que la importancia no se mide en tiempo sino en momentos. Que un amigo es importante cuando está en los buenos momentos, pero sobre todo cuando está en los malos. Que un amigo es aquel al que fallas y te perdona sin pedir explicaciones. Ese que te da un abrazo aunque te merezcas un guantazo.
Tú eres eso, Raúl. Un amigo. Gran parte de esta afición que hoy te llora, hace ocho años te falló. Tú, como amigo suyo que fuiste (eres y serás), perdonaste sin una mala mueca. Revestiste la situación. Cambiaste las malas caras por esta sensación de amargura con tu marcha. Así que no voy a escribirte esto para contarte todos los momentos que has brindado en el Vicente Calderón. Tampoco tus récords ni tus goles importantes para volver a hacer feliz a una afición que viajaba por el desierto. Ni tan siquiera para sacar declaraciones tuyas. No.
Este escrito es simplemente para eso: llamarte amigo. Has honrado el escudo del Atlético de Madrid como si cualquier abonado con su asiento en el Manzanares se hubiera enfundado la rojiblanca y hubiera saltado al césped domingo tras domingo. Has honrado allá por donde te has movido a la institución, a tus compañeros y a todo lo que tenías detrás. Sin importante en ningún momento la fama que pudiese crearte ni los enemigos que te encontrarías por el camino. Has honrado a los Futre, Adelardo o Torres. Todos odiados por el eterno rival; todos silbados en Concha Espina. Allí no te guardan ningún cariño. Y eso es lo que te ha hecho ser ya leyenda de este club.
Pero, sobre todas las cosas, has honrado ese dorsal que llevas a tu espalda. El 8, en el Atlético de Madrid, no es sólo un número. Es coraje y corazón; sentimiento de pertenencia; capitanía y liderazgo; no acongojarse ante nada ni nadie; no temer e ir de frente. Has honrado a Luis Aragonés. Y eso era algo que parecía imposible. No me da miedo afirmar con total claridad que, cuando les cuente a mis hijos la historia del Atlético de Madrid, hubo dos hombres por encima del resto de los mortales que vistieron el número ocho e hicieron grande a este club.
Te has ganado el derecho a decidir lo que quieras. Te lo has ganado todo. Con tu trabajo, Raúl. Tu trabajo, tu constancia y tu cariño. Aquí tienes un amigo, y en el Calderón tienes otros 55.000. Nunca vas a caminar sólo. Nunca te va a faltar nada. Nunca jamás te faltará un amigo. Y con lágrimas en los ojos… GRACIAS. Que te vaya bonito. Y que todo en lo personal te vaya aún mejor. Siempre serás un Guerrero del Cholo. Siempre serás historia del Club Atléico de Madrid. Rulo, tú con nosotros, nosotros contigo.
PD: Tu camiseta, con ese 8, con ese Raúl García, es oro puro. Y estoy convencido que, en el futuro, aquellos que te vieron sudar sangre por la rojiblanca, elegirán tu nombre como hoy se hace con Don Luis.
Impresionante el artículo, estoy de acuerdo con cada palabra que has elegido creo que es complicado mejorarlo y si alguien lo consigue creo que no lo hará con el mismo sentimiento. Tengo que decir que ha sido inevitable que se me salten las lágrimas y más sabiendo que hoy ha sido la última vez que lo he visto subirse al autobús sin saber lo que pasaría escasas horas después. Él esté donde este siempre será NUESTRO GUERRERO, UNO DE LOS NUESTROS. Eterno 8. Espero que lo traten como se merece cosa que no supimos hacer aquí desde el principio.