Me habrán dicho la frase con la que titulo este artículo unas diez veces en mi vida.  También la de «pero Imanol, ¡te estás cerrando puertas!». Sin tan siquiera pararse a preguntar qué puertas quiero abrir y qué puertas no. Tomemos como base que yo respeto a aquellos compañeros de profesión que prefieren no meterse en ningún charco porque la vida da muchas vueltas y nunca se sabe dónde acabaremos. Los respeto porque cada uno tiene sus necesidades y la mentalidad es tan abierta como la barra de cualquier bar. Siempre hay sitio para uno más. Pero no paso de ahí, del respeto. Porque no lo comparto. 

Y no lo comparto porque yo creo en un determinado periodismo, y no en otro. No creo en el periodismo del insulto, de la falta de respeto o de la mentira. No creo en el periodismo pelota, de amiguetes y de acomplejados. Y me diréis, «qué chungo lo tienes para ser periodista». Pues sí, lo tengo realmente jodido para poder ejercer. Pero me da igual. Esconder, en pleno Siglo XXI, lo que uno piensa o en lo que uno cree (por miedo) es el mayor acto de cobardía que existe. No creo en lo que hace Josep Pedrerol, no soporto la manera en la que enfocan el deporte Los Manolos y quemaría cada artículo de Salvador Sostres. No pasa nada, lo digo. ¿Me cierro puertas? Pues me las cierro. Igual el tema está en que yo no quiero llamar a sus puertas y prefiero estar reponiendo botes de laca en el Carrefour de mi barrio.

Nunca jamás podré acercarme al Club Atlético de Madrid desde dentro mientras Enrique Cerezo y Miguel Ángel Gil estén ahí. ¿Es un problema? No. Para mí el problema sería callarme lo sinvergüenzas y ladrones que son y cómo llevan casi tres décadas riéndose de la afición del Atlético de Madrid. Extiendan esto también al mundo Florentinista de la Castellana.

¿Pelotear y ejercer la profesión con la que siempre he soñado o ser crítico y leal con aquello que pienso? Yo lo tengo claro. Estaré cometiendo un error y se me podrá tildar de imbécil integral. Pero me consta que hay grandes periodistas repartidos por todas las redacciones del país que actúan como lo hago yo. Eso es lo que yo quiero ser y en lo que yo creí al entrar en mi primera clase de periodismo. Lo otro se lo dejaré a aquellos que siempre llevan un pañuelo encima por si en algún momento les toca limpiarse la boca, aunque con ello estén faltando a sus principios.