Así tenía que ser. Podría haber sucedido en Logroño, en Reus o en Barakaldo. Pero no, tenía que ser en el sur. En la cuidad que tiene a la guasa por bandera, junto a su ayuntamiento. Donde los errores se pagan caros en forma de sorna, donde todo termina siendo una broma (que además hace gracia). Allí, en Cádiz, el Real Madrid cometió la enésima torpeza del 2015. Ya van unas cuantas, muchas, como para que los socios del que dicen ser el club más grande del mundo empiecen a exigir esa grandeza a quienes lo dirigen.
«Cheryshev te quiero», «Benítez mira el Twitter», «Benítez saca a De Gea», «Queremos once Arbeloas» o «campeones campeones» en cada gol del Real Madrid, fueron algunos de los cánticos que desde las gradas del Carranza salieron en una noche en la que se hizo real aquello de «hemos venido a emborracharnos, el resultado nos da igual». Porque eran conscientes de que, si los organismos funcionan como deben, el equipo blanco no pasaría esa eliminatoria.
Y eso es algo terrible para la exigencia institucional del Real Madrid. «Renunciar» a un título en diciembre se antoja difícil de asumir; pero, además, vienen de una desventaja de seis puntos con el F.C .Barcelona y un 0-4 en su Estadio contra el eterno rival. Mal momento para tremenda metedura de pata.
¿Culpables? Que los busquen y señalen los que quieran. La realidad es que, desde el gritito de Cristiano en la gala del Balón de Oro, el circo se ha instalado en la Castellana. 4-0 en el Calderón, fiesta de cumpleaños, eliminado en Champions por un canterano, ningún título, cese del entrenador que todos los jugadores admiraban, marcha bochornosa de Casillas, llegada en entre dicho de Benitez, el fax y De Gea, pitos a Cristiano, el vestuario no aguanta a Benítez, Benzema imputado, el 0-4 del Barcelona, premios inventados en galas bochornosas, presumiblemente expulsados de la Copa del Rey… Con un Butragueño, dicho sea de paso, haciendo el ridículo más espantoso que se recuerda frente a unos micrófonos. Y, mientras, el presidente sale a la palestra sólo para denunciar que hay acoso y derribo de la prensa contra su persona (ese ego tan de Flo); y la afición, mirando a otro lado -como el que señala la luna con el dedo- y echando pestes contra un Piqué que está disfrutando, como antimadridista reconocido que es, como disfrutarían todos y cada uno de ellos si esto sucediese a la inversa…
Para rematar todo esto, apareció en escena el señor Florentino Pérez. En un despelote tremendo y con una falta de vergüenza torera, echó a los leones al Villarreal, a la RFEF, al Cádiz, e incluso a su futbolista, Cheryshev. Todo, para no admitir un error en el mundo del Superiorismo en el que él vive. Afirmó haberse reunido con su equipo jurídico y sacó a la palestra dos artículos mal explicados y peor entendidos que le dejaron, a él en bragas y a su equipo con la sensación de haberse sacado la carrera copiando a sus compañeros. «Nadie ha avisado personalmente al jugador de que estaba sancionado». Y se queda tan ancho. Como si hiciese falta que la Constitución española fuese casa por casa a decirnos que no debemos robar a ciudadanos. ¡Cuando hasta los jugadores de Comunio revisan las sanciones cada jornada! ¿Pero no es este el club de todo el universo? O se cree sus propias mentiras o cree que el mundo (y, sobre todo, el madridismo) es estúpido.
Sean bienvenidos al circo mundial merengue. Mientras el mundo se ríe de sus esperpentos, nos conformaremos con que el presidente diga que somos los más ricos del mundo y a presumir de nuestras diez copas de Europa. Y dime de qué presumes, y te diré de lo que careces.