«La culpa del fracaso de Jackson la tiene Simeone». Leí a varios compañeros de profesión en la surrealista noche del martes. Bien es cierto que su credibilidad es limitada, y que no tienen ni idea de lo que se cuece por el Calderón más allá de juicios de valor y miedo terrible al Cholo. Pero muchos les compraban eso. Como les compran todo, también es verdad. Ya sabéis que el español medio no piensa. «Lo dice la TV». Para qué más. La realidad, no obstante, es otra. Y conviene recordarla.
El que escribe estas líneas, es de los pocos que aún confiaban en Martínez a mes de febrero. Simeone también confiaba en él en verano,pero bien es cierto que lo hacía antes en otros dos o tres delanteros. Ay Tévez… Simeone era, también, el hombre que le defendía de toda crítica en rudas de prensa, animaba al Vicente Calderón a aplaudirle y no pitarle en cada encuentro y jamás tuvo una mala palabra hacia él en público. Lo que pasase dentro del vestuario con él y los capitanes va a quedarse ahí. Seguro. Cosas del fútbol. Todos confiaron en él hasta que dejaron de hacérselo. Afición incluida. Y ahí radica la verdad. El hincha atlético perdona la falta de gol, nunca la indolencia.
Y ese es el principal motivo que ha llevado a Jackson a perder la confianza de todo el mundo. Apartemos la lesión que ha escondido durante estos meses y que no le han hecho estar a su nivel. El compromiso va más allá de lo físico. Y en el club tienen los ejemplos de Gabi (y su infiltración los últimos meses del año que el Atlético salió campeón de Liga), Diego Costa (jugándose un Mundial y su carrera por la Champions)no el propio Godín el pasado fin de semana (jugando con esguince de rodilla desde el minuto 6 de partido). Son solo unos ejemplos, pero valen para medir la realidad.
Pero igual a Jackson le engañaron. Le vendieron que venía a un equipo campeón, potente, duro de ganar y con un entrenador capacitado para todo. Correcto. Pero igual le obviaron que, para que todo eso se cumpla, hay trabajo. Aquí no hay MSN ni BBC ni árbitros pitando penaltis abrelatas. Aquí no hay nada de eso. Hay trabajo, esfuerzo, ayuda y todos a una. Aquí la victoria se disfruta más porque se pelea de verdad, y la derrota hace más fuerte al grupo si se pelea dentro del campo. Sudar la camiseta es una obligación, salir extasiado del terreno de juego es una premisa, y llegar a casa con la sensación de no haber podido dar ni un gramo más de esfuerzo, la filosofía de Simeone. Y ahí naufragó. Le superó. Quizás por tener una cabeza que no estaba preparada para esto, quizás por su lesión, quizás porque no era un delantero capacitado para esto. Quizás por todo. Quizás por nada. Quién sabe.
La única realidad, lo que de verdad importa, lo que lo deja claro, es que un jugador que, con 28 años y a mitad de temporada, con los octavos de Champions asomando, decide irse a jugar a CHINA, no está capacitado para jugar en el Atlético de Madrid de Diego Pablo Simeone. Y qué pena. Porque a mí, particularmente, me ha decepcionado. Suerte y adiós.