Hablaba Simeone, tras el partido de vuelta de Copa del Rey en el Camp Nou, sobre arbitrajes. Decía, no sin razón, entender por qué es más fácil optar a ganar la Champions que a ganar la Liga o la Copa. Algunos se quedaron con lo que se veía del mensaje: se está quejando por la actuación arbitral del partido. Pero el mensaje iba más allá. Siempre va más allá.
No tardaron los que le recordaron el gol en fuera de juego de Sergio Ramos en Milán. Sí, fue en Champions. Y sí, fueron aficionados culés. Esos que no te permiten que les digas que se han llevado un partido de aquella manera y se creen con la superioridad moral de decirte cómo tenias que sentirte en Milán por ese gol. Animalitos. Pero al caso, que nos desviamos.
Diego Pablo Simeone no hablaba de jugadas aisladas. De fueras de juego, de goles anulados, de penaltis al limbo, de rojas perdonadas. No. Hablaba de respeto. Un respeto que los árbitros federados españoles no tienen. Pero ni por el Atlético ni por el Osasuna. Sólo hay dos campos donde necesitan llevar un par de calzoncillos de recambio, porque es donde se hacen caquita: Santiago Bermabéu y Camp Nou. Están sometidos.
El árbitro español no respeta, y si quieren una muestra, vean al tal González González cada vez que «dialoga» con Gabi. No tienen un mismo patrón, no aciertan con su lectura del fútbol que se juega en España. Ni en Europa. O si no, pregunten a los aficionados del Manchester City por nuestro adorado Mateu Lahoz. Que alguien le diga que en Inglaterra no hay El Día Después. Los árbitros Champions, en definitiva, no entran al terreno de juego coaccionado porque «que Madrid y Barça estén arriba es bueno para la Liga», ni por contratos para que se vea el fútbol en China. Ni gilipolleces. Están para arbitrar lo que ven y para respetar a los que le dan al balón. Porque saben lo que se juegan y saben dónde están. Y se podrán equivocar. Como Griezmann fallando un mano a mano o Moyá en un despeje. Son humanos. Pero respetan. Y el Atlético lo nota cada vez que sale por Europa. Y a eso se refería Mantovani con su penalti a Neymar y una frase que, aunque suene a excusa, lleva por dentro una gran verdad: «dudo que en el otro área hubiese pitado algo».
A eso iba Simeone. Pero aquí nadie se entera. Susana Guasch, al terminar el partido, intentó de una y mil formas buscar las cosquillas al entrenador rojiblanco tratando de sacar el penalti a Gameiro que, según unos es dentro y según otros es fuera. No lo consiguió y Simeone sentenció: «Vos lo viste no hace falta comentarlo. No son los mismos. Vos lo viste bien». Y se quedó con las ganas. «Por ejemplo…» Y el Cholo se marchó. «Chau». Por ejemplo el penalti de Gameiro, ¿verdad Susana? Esto, además, me lleva precisamente al segundo punto. El respeto no es solo cosa arbitral. Si nos centramos en el Atlético va más allá.
Desde que Simeone está en el banquillo, se han sucedido las críticas al argentino, sus jugadores, su juego y su forma de ganar. Campañas que iban desde los violentos, los que juegan mal, los que sólo ganan a balón parado, los que lo hacen feo, el antifútbol… Sólo hicieron un impás, para hablar de lo bien que jugaba el Atleti. Y fue la época en la que no ganaba. Cosas. Casualidades. Ya.
Por contra, desde el extranjero se han sucedido los elogios a un equipo que no los busca, pero los merece. Porque esta plantilla juega para su afición y su club, no para que alguien les de la palmadita en la espalda. Da igual que sea Inglaterra, Alemania, Francia o un país desconocido. Tienen ojos y ven lo que ha sido capaz de hacer el Atlético de Madrid en España ante el Barça de Messi y el Madrid de Cristiano y lo que ha hecho al salir por Europa contra los rivales más temibles del viejo continente, incluidos los dos mencionados antes. No tienen miedo a la reprimenda por elogiar a Simeone y no están al servicio de nadie. Entonces pueden ser naturales y respetuosos con el que se lo ha ganado en el terreno de juego.
El Atlético de Simeone no es eterno. Nada lo es. Pero luchan contra ellos mismos y se levantan una y mil veces antes de morir de verdad. Son un ejemplo de equipo, de jugadores, de técnicos y son, sobre todo, un ejemplo de superación. Y se merecen eso que, muchas veces, se les niega. en su propio país. Respeto. Es sólo cuestión de eso.

Excelente artículo. Ha explicado clara y contundentemente qué vemos los que no somos seguidores de los «matones de clase».
Enhorabuena.