Te piden que ganes a Usain Bolt una carrera de 100 metros pero, a la vez, te prohiben usar ropa deportiva. Te exigen que cocines una cena de gala, pero en la nevera solo te han dejado arroz, tomate y agua (eh, yo así bien pude sobrevivir en la carrera universitaria). Se ríen de toda una institución cuando un jugador decide irse, pero se llevan las manos a la cabeza si le sustituyes.
Atrás quedaron los «el Atleti presenta a su último fichaje, Richard Núñez». Y eso, amigos, es lo que les está quemando por dentro. Diego Pablo Simeone esclavo de sus palabras, creo que en eso estamos todos de acuerdo. Como esclavo es aquel que, sabiéndose ignorante, además decide hacerlo público.
Al Atlético de Madrid se le han marchado el central con mayor presente y futuro (Lucas Hernández), el que se erigía como la estrella absoluta del club (Antoine Griezmann) y un centrocampista superlativo como Rodrigo Hernández. Tres piezas que podrían resultar vitales para el presente, pero sobre todo para el futuro (en especial los Hernández). También las ya conocidas despedidas de Diego Godín y Juanfran, que dejan un vacío difícil de llenar en el vestuario.
Estas salidas hacían disfrutar al nacionalbarmadridismo (ya lo sé, hay que darle una vuelta a esto). El Atleti se desintegraba. «Nadie quiere ser entrenado por el Cholo», «todos huyen». Ya sabéis, lo habéis leído todo. Pero dentro de esa risa floja se escondía la amargura. Amargura que ha salido a La Luz con la oficialidad del fichaje de Joao Felix. El que escribe estas líneas veía este movimiento como arriesgado, siendo muy generoso. Creo sinceramente que, con ese dinero, podrían haberse arreglado otras situaciones más urgentes en la plantilla. Pero viendo las reacciones de los que hace unos días estaban tan felices, cómo dudar de este riesgo. ¡Bendito riesgo!
Bendito porque, una vez más, vuelven a quitarse las caretas. Seguramente ellos hubieran preferido que el Atlético de Madrid firmase a Sarabia, Pedro Porro o Canales (mis máximos respetos para ellos). En lugar de eso, el club (con Mendes mediante, ejem) se ha lanzado a por la aparición más estelar en el fútbol europeo desde Mbappé (palabras mayores). Podrá salir bien, mal o regular… Pero para el Atleti que el portugués quiera jugar en este club es sacar músculo.
Este punto nos lleva al principio. «El Atleti ha fichado al jugador más caro de su historia». Inapelable y cierto. Tan cierto como que lo ha firmado en el mismo verano en el que ha oficializado las tres ventas más caras de, sí, su historia. 70 por Rodrigo, 80 por Lucas y 120 por el rubito que llevaba el 7. Algo fácil de memorizar, pero más fácil de obviar.
De ahora en adelante, la campaña será atroz. Es lo mismo de siempre. Obligarán al Atleti a ganarlo todo, señalarán a Simeone en la primera rueda de prensa, y seguirán erre que erre con el presupuesto. Mientras tanto, hay un lugar en el que están Leo Messi y Luis Suárez, donde va a estar Griezmann y donde quieren que esté Neymar. Y, ¡eh!, lo toman como normal. Tan normal como pagar 100 (más 40, que estos se pierden por ahí) por un jugador que acababa contrato en un año. O como cuando en 2009 (con un mercado de fichajes con una inflación ínfima en comparación con esta) un tal Florentino Pérez se dejó 254 millones de euros en fichajes.
Es la misma cantinela de cada año. Llevan siete ya sufriendo, debemos entenderla. La rueda de la desesperación empieza a girar. Ya sabéis lo que viene después del presupuesto, ¿verdad? El Atleti debería buscar otro entrenador porque con Simeone ya no juegan a nada. Ya les gustaría